jueves, 3 de enero de 2013

Escritoras: Emilia Serrano, baronesa de Wilson

Emilia Serrano recorrió las tierras americanas, desde Canadá hasta la Patagonia, dejando por escrito testimonio de sus apasionantes viajes. El caso de la hoy casi desconocida escritora española resulta de entrada en verdad extraordinario y sorprendente, tanto por la vasta extensión de su obra como por la naturaleza aventurera y dinámica de su trayectoria biográfica, digna de convertirse por sí misma en materia novelada. Así, frente a una gran mayoría de escritoras del siglo XIX que permanecieron durante toda su vida prácticamente recluidas en sus localidades de origen, Emilia Serrano viajó por todo el mundo desde su más temprana infancia.


Nacida en Granada en 1833 o 1834 pasó los primeros años de su vida en París junto con sus padres, el notario Ramón Serrano y su esposa María García. Allí recibió una esmerada educación y enseguida demostró una gran afición por la lectura, por lo que sus compañeras pronto la apodarán Madame Minerva. Fue una joven precoz que dominaba varios idiomas y poseía una gran cultura. Tuvo ocasión de conocer personalmente a escritores como Alfonso de Lamartine, Alejandro Dumas o Francisco Martínez de la Rosa, que posteriormente colaborarán en las revistas que ella fundara o dirigiera, como Revista del Nuevo Mundo o La Caprichosa.

En París conoció a un aristócrata británico, el barón de Wilson, con el que contrajo matrimonio. Al fallecer éste un par de años más tarde, le dejaría el nombre con el que la escritora acostumbrará a firmar sus obras. Años más tarde, contrajo matrimonio con el Dr. Antonio García Tornel. Entonces, alternará los nombres de sus dos maridos, firmando siempre como "baronesa de Wilson" o como "Emilia Serrano de Tornel".


Emilia Serrano desplegó una intensísima actividad literaria, abarcando en su cultivo prácticamente todos los géneros. Por citar tan sólo algunos títulos se pueden mencionar los poemarios Las siete palabras de Cristo en la Cruz (1858) y El camino de la Cruz(1859); la novela El Ángel de la paz (1859); las leyendas históricas Alfonso el Grande(1860) y ¡¡Pobre Ana!! (1861); el ensayo educativo femenino Almacén de las señoritas (1860); o los libros de viajes, Manual, o sea Guía de los viajeros en Francia y Bélgica(1860) y Manual, o sea Guía de los viajeros en Inglaterra, Escocia e Irlanda... para uso de los americanos (1860), entre otros muchos.

En 1865 la inquieta escritora viaja a América por primera vez. La realidad americana la fascinará de tal manera que a este viaje seguirán otros cinco, en los que recorrerá por completo el continente desde Canadá hasta la Patagonia. Su talante aventurero, tan excepcional en una mujer de la época, causará, sin duda, desconcierto entre sus contemporáneos para quienes la sospecha pesa sobre los desplazamientos de las mujeres, y sobre todo, de aquellas mujeres que viajan solas. De hecho, contra ello se emplearon los sutiles mecanismos ideológicos desplegados para condicionar ineludiblemente la domesticidad de las mujeres. Sin embargo, el animoso carácter viajero de Emilia resultaba difícil de disuadir, faceta que causará admiración entre algunas de sus más avanzadas compañeras del mundo de las letras.

Publicará un gran número de volúmenes dedicados a distintos aspectos de América: La ley del progreso. Páginas de instrucción pública para los pueblos sud-americanos (1880), Una página en América. Apuntes de Guayaquil a Quito (1880),Americanos célebres (1888), De Barcelona a México (1891), América en fin de siglo(1897), El mundo literario americano (1903), Maravillas americanas (1910), etc. Además, habría que señalar un hecho de considerable importancia y es el interés que despiertan en Emilia las obras y actitudes de otras mujeres que, de una manera u otra, se han salido de la norma y han roto con lo establecido. Así, dedicará los estudios titulados América y sus mujeres (1890) y Bocetos biográficos. Mujeres ilustres de América(1899) a dibujar los perfiles históricos y biográficos de mujeres escritoras, artistas, filántropas, etc.



La activa y dinámica Emilia alterna durante décadas la vida social española con sus viajes por América y otros países de Europa. En uno de estos viajes, la sorprende en El Puerto de Santa María la revolución de 1868. Desde allí se marcha a Madrid y poco después a París a visitar a la reina Isabel II en el exilio. De regreso a España estuvo algún tiempo en Sevilla, donde tuvo ocasión de entablar amistad con Fernán Caballero. Entre tanto, siguen apareciendo a un ritmo sorprendente sus libros de creación literaria:La familia de Gaspar (1867), El ramillete de pensamientos (1868), La senda del deber(1869), Sembrar para recoger (1870), El árbol sano y el vicioso o Rosas y abrojos(1870), La miseria de los ricos (Historia de dos millones) (1872), etc. La lista de sus obras publicadas en estos años resulta casi interminable.

Desde 1873 reside en Madrid, donde colabora en revistas como La Guirnalda y asiste a las reuniones de la sociedad femenina "Las hijas del sol", que preside la condesa de Priegue. Alternando activamente la vida social con sus frecuentes viajes por América y otros lugares, encuentra el tiempo para dedicarse a la creación literaria: la novela Los pordioseros del frac (1875), Almeraya. Leyenda árabe (1883), Del cielo a la tierra (1896),Cuatemoc o el Mártir de Izancanac. Novela histórica, etc. Además, Emilia llevó a cabo también abundantes traducciones, sobre todo de autores franceses. Sus numerosísimas colaboraciones en revistas, periódicos y obras colectivas resultarán imposibles de enumerar.

También fue socia de honor de diversas instituciones como la Sociedad de Escritores y Artistas de Madrid, la Unión Iberoamericana, la Casa de América de Barcelona, la Academia de Declamación y Bellas Letras de Málaga, el Ateneo de Lima, etc. Fue distinguida con numerosos galardones, entre los que se podrían mencionar la Medalla de Oro de la Cruz Roja o la distinción de Comendadora de la Orden del Libertador Bolívar en Venezuela. Desde los años finales del siglo XIX la escritora parece residir en la ciudad de Barcelona, donde permanecerá trabajando incansablemente hasta su fallecimiento acaecido a los ochenta y nueve años de edad.

Emilia morirá a comienzos de enero de 1923, tras una existencia dinámica y viajera, en la que había afrontado con un continuo espíritu de descubrimiento la trasgresión que suponía para la mujer decimonónica salir del rígido ámbito de la esfera privada y romper los moldes de la domesticidad que le quedaba reservada. Si bien es verdad que tuvo en este punto a su favor su pertenencia a una clase social privilegiada, no es menos cierto el mérito que comporta el haberse enfrentado al orden establecido al rechazar manifiestamente el papel decorativo y ocioso que la sociedad reservaba para las mujeres de la alta burguesía y de la nobleza. Emilia Serrano nunca llevó a cabo una toma de postura con respecto a la situación de subordinación de la mujer e incluso utilizó para firmar el apellido conyugal, pero entabló contacto con muchas de sus compañeras coetáneas y dedicó las páginas de sus libros a resaltar el papel pionero de cuantas la habían precedido. Si todo esto se llevó a cabo con contradicciones, éstas deben tomarse en su mayoría como fruto de una época cambiante y confusa, y del conflicto en que se debatían una gran mayoría de escritoras deseosas de encontrar una voz propia fuera de los tipificados roles impuestos.

Fuentes:
mujeresdeleyenda.blogspot.com.es/


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